No podemos vivir como si estuviéramos desconectados
Durante mucho tiempo pensé que el pecado del hombre rico del evangelio de hoy era simplemente no haber visto al pobre Lázaro en su puerta. Pero ahora, al leerlo, me doy cuenta de que incluso conocía su nombre. Porque dice: «Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas». Eso es lo que hace esta historia aún más trágica: no que un hombre no vea a su prójimo, sino que lo ha visto y ha encontrado la manera de sortearlo, racionalizando que puede vivir como si el destino de su hermano estuviera desconectado del suyo.
Todos podemos sentirnos tentados a vivir como si nuestras vidas estuvieran desconectadas de las de los demás. Como si «solo tuviera que preocuparme por mí mismo, y tal vez por mi familia». Pero esto es cada vez más peligroso. Como vemos con el clima, si vivimos solo para nosotros mismos y hacemos lo que queremos, nuestro planeta sufre, y con él, todas las demás personas. Vivir como si estuviéramos desconectados es simplemente falso. Somos una sola familia de hermanos y hermanas: todos somos hijos de Dios. Esa es la verdad. Estamos llamados a vivir como una sola familia, en comunión y conexión unos con otros.
Jesús dice en el Evangelio de Juan: «Como el Padre me ama, así también yo los amo. Permanezcan en mi amor». Juan usa la analogía de una vid y sus sarmientos para explicar cómo debemos estar arraigados en Jesús. Pero esa analogía también puede usarse para explicar cómo todos estamos conectados uno con el otro. Cada parte de una planta está conectada con todas las demás. Cuando una parte sufre, también lo hacen las demás. Algunos miembros de nuestra comunidad viven con miedo y se preocupan por su situación migratoria. Los demás, que no compartimos esa situación personalmente, debemos vivir en profunda conexión con quienes sí la comparten, ofreciendo palabras y acciones de solidaridad. El próximo domingo, la Iglesia mundial celebra el Jubileo de los Migrantes y tendremos una procesión a las 2:00 pm del domingo 5 de octubre hasta la Puerta Santa de la Catedral de San José. ¡Vengan y conéctense unos con otros, y caminad en solidaridad con aquellos hermanos y hermanas inmigrantes que son vulnerables!