Comunidad y Conexión:
Nos Conducen a Nueva Vida
Aunque todavía estábamos en Cuaresma, el sábado pasado tuvimos un antojito de la alegría pascual. Fue el servicio de oración multirreligioso. Lo sentimos primero reunidos en el Edificio del Condado, luego caminando juntos por Harbor Drive y Broadway, y finalmente al bendecir el Edificio Federal. En la víspera del Domingo de Ramos, al llevar ramas de palma por las calles, pudimos sentir que había algo mucho más allá que nuestros miedos y preocupaciones sobre las políticas migratorias cada vez más amenazantes. Sentimos una alegría más profunda que nuestros miedos más oscuros. Nos estábamos regalando algo especial: la comunidad y la conexión. Nos dimos cuenta de nuevo de que no estamos solos y de que tenemos poder. Sentimos al Espíritu con nosotros. Sentimos a Jesús con nosotros.
Esa es la alegría pascual. Es la experiencia de los discípulos, quienes, al comprender que Jesús había resucitado, corrieron a contárselo a los demás. Porque lo que representaba la tumba vacía era la victoria de la vida sobre la muerte, de la luz sobre la oscuridad. Fue la lección definitiva: la muerte no tiene la última palabra. Dios tiene la última palabra. Dios llama a su Hijo a la vida. Dios nos llama a la vida.
Creo que cualquiera de nosotros puede verse tentado a dejar que la oscuridad domine nuestra vida. Podemos perder la esperanza, pensando que nunca cambiaremos, que nuestros obstáculos nunca desaparecerán, que simplemente viviremos la vida y luego la terminaremos en la oscuridad. Estoy bastante seguro de que Jesús en la cruz fue tentado a pensar que su vida había terminado en un fracaso. Y, sin embargo, sabemos que no fue así. Dios tuvo la última palabra. Dios pudo escribir el final de la historia. Y resucitó a Jesús. Dios también nos resucita a una nueva vida, y escribe el final de nuestra historia. Es un final gozoso.
Todos los domingos celebramos la Pascua. Todos los domingos celebramos la victoria de la vida sobre la muerte. Todos los domingos nos reunimos y nos damos el regalo que nos dimos el sábado pasado, que es el regalo de la comunidad y la conexión: dos condiciones que facilitan que Dios deje que su luz brille sobre nosotros. En los días difíciles que están por venir, necesitaremos seguir dándonos este regalo. Dios usará ese regalo para resucitarnos una y otra vez a una nueva vida.