Soltar Nuestras Piedras
Hoy escuchamos una historia que parece muy injusta. Una mujer es sorprendida en el acto de adulterio. La ponen, sola, en medio de un círculo de personas dispuestas a apedrearla. Me pregunto: ¿dónde está la persona con la que cometía este acto? ¿Acaso no es culpable también de quebrantar uno de los mandamientos? Sin embargo, culpamos a la mujer porque no puede defenderse. Porque en la sociedad judía las mujeres tenían menos derechos. La usaron como chivo expiatorio.
Siento que lo mismo ocurre con los inmigrantes hoy en día. Inmigrantes indocumentados que trabajan duro para ganarse la vida para sus familias y que pagan impuestos son arrestados y deportados. Seamos conscientes o no, todos nos beneficiamos del trabajo de las personas indocumentadas. ¿Por qué no se responsabiliza también a quienes comen aguacates cosechados con mano de obra indocumentada? ¿Acaso no somos también culpables de beneficiarnos de su trabajo? ¿De sus impuestos? En nuestra sociedad, usamos a los inmigrantes como chivos expiatorios. Es muy injusto.
Como todos nosotros con nuestros pecados personales, los ciclos de pecado social se repiten. No es de extrañar que sigamos haciendo lo que hacemos ahora, después de siglos en que las sociedades culparon a las personas vulnerables. Tendemos a no aprender nunca, a no progresar nunca.
Y, sin embargo, en la primera lectura percibimos un soplo de algo nuevo. El profeta Isaías dice: «No recuerden lo pasado, ni piensen en lo antiguo; ¡yo voy a realizar algo nuevo! Ya está brotando, ¿no lo notan?» Dios siempre está intentando hacer algo nuevo. Una de las cosas nuevas que quiere hacer en nosotros es mostrarnos que no tenemos que repetir los mismos viejos patrones de pecado, de culpar a los demás, de culparnos a nosotros mismos, de pensarnos menos. Vemos a Jesús haciendo algo nuevo en el Evangelio. Al encontrarse con esta mujer, primero dibuja en el suelo. Y luego simplemente invita a la gente a reflexionar sobre sus propias vidas: «Aquel de ustedes que no tenga pecado, que tire la primera piedra». Y uno a uno, fueron soltando sus piedras.
Jesús diría: «Quien no se haya beneficiado del trabajo de los indocumentados en este país, que tire la primera piedra». Si respondiéramos con sinceridad, todos soltaríamos nuestras piedras. Por fin.