El Proyecto de Jesús:
Al Servicio de los Necesitados
“Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Esta es la queja que los fariseos y escribas lanzan contra Jesús. Como diciendo: “¡Cómo se atreve!”. Así, Jesús se lanza a la historia que conocemos como el Hijo Pródigo. El público al que se dirige no son tanto pecadores como nosotros, los hijos (e hijas) pródigos, sino los justos, los fariseos y escribas, los “hermanos mayores” indignados de que Jesús pierda el tiempo con pecadores. Después de todo, “¡no se lo merecen!”. Mientras tanto, nosotros los justos pensamos: “Hemos sido buenos ciudadanos, obedientes y respetuosos de la ley. Lo hemos hecho todo bien. Hemos respetado las normas”. Podemos pensar esas cosas.
Y ahí es donde nos metemos en problemas. En el momento en que creemos que podemos ganarnos el amor de Dios, hemos perdido el objetivo. Esto es un desafío, porque en el mundo actual, eso es lo que tenemos que hacer: trabajar duro, ganarnos la vida. No hay regalos ni limosnas. «Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos». ¿Acaso no nos enseñaron eso nuestros padres?
Pero en nuestra vida con Dios, el estándar es diferente. «Dios ayuda a quienes más lo necesitan». O bien, «Dios nos ayuda más cuando menos lo merecemos». Con demasiada frecuencia vemos la Eucaristía como una especie de «premio» por «ser buenos». Pero en realidad, es una especie de medicina para nosotros cuando estamos enfermos. El Papa Francisco describe la Eucaristía no como una recompensa para los santos, sino como «Pan de pecadores». Como el Padre en el Evangelio de hoy, Dios quiere correr hacia nosotros, abrazarnos y restaurarnos rápidamente a nuestro lugar como hijos e hijas amados de Dios.
Ojalá nuestro país adoptara una postura similar hacia las personas de este mundo que huyen de la violencia y la pobreza en otros países. En lugar de ser puramente una meritocracia, es decir, un país donde todo se basa en lo que ganamos y merecemos, un país que también reconoce que hay personas necesitadas y nos pide que consideremos ayudar de la manera que las necesitan. Reconozco que esta postura podría ser un desafío económico para todos. Sin embargo, es lo que nuestra fe nos llama: ser como Jesús, dar a quienes necesitan, sin importar lo que merezcan.