Hay muchos momentos en mi vida como sacerdote cuando me siento como Pedro en la primera lectura de hoy. Pedro le dice a Cornelio que se ponga de pie cuando le rinde homenaje, recordándole a Cornelio que él (Pedro) también es un ser humano como él. Es como si el gesto respetuoso de Cornelio fuera una distracción de Aquel en que Pedro quiere que la gente se enfoque: Jesucristo.
Igual que Pedro, hay innumerables ocasiones en las que tengo la impresión de que la gente me ve como más que un ser humano. Algunas personas me hacen ciertos gestos con lo cual se trata a un rey, o piensan que estoy más cerca de Dios y más santo. La gente me dice, por ejemplo, que Dios escucha más a mis oraciones porque estoy más cerca de él… implicando, quizás, que otros están más lejos de Dios que yo. Como Pedro, en esos momentos siento que hay demasiada atención en mí como sacerdote (que también soy pecador) y no lo suficiente en Dios.
La verdad es que Cristo nos llamó a ser sus amigos – A TODOS nosotros – y nos llamó a imitar su forma de amar. El enfoque central de nuestra vida como cristianos es Jesucristo. No hay nada más importante que aceptar su invitación a la amistad y esforzarse en amarnos los unos a los otros con el amor fraterno con lo que Cristo nos amó.
Todos somos íntimamente apreciados en el corazón de Dios. Que aceptemos esta verdad con todo nuestro corazón, y que entremos en una profunda amistad con Dios. Que aprendamos cada día más y más a amar como Dios ama.
Toma una pausa y tómese un momento para darte cuenta de tu singularidad. No hay nadie más en el mundo como tú. Dios tuvo una idea, ¡y fuiste TÚ! Él te creó, te formó en el vientre de tu madre. Él te hizo maravillosa, hermosa. Una criatura digna de contemplar. Enraízate en esta verdad, conéctate a la vid. Manténgase conectado con esa verdad. Si hacemos esto seguiremos adelante y daremos mucho fruto.