Recientemente estaba felicitando a alguien por su participación en varios ministerios parroquiales. Dijo que su participación proviene de una sensación de alegría y alivio. “Cuando tienes un vicio y eres adicto y luego te liberas, estás feliz de poder contribuir de esta manera”. Dijo algo en ese sentido. Esta semana escuché a otra persona decir que nunca imaginó que estaría frente a la gente, sirviendo en el ministerio. Pero ahora lo es, y de manera muy significativa, como parte del equipo pastoral de la litúrgia. Dios llamó algo en él.
“Al morir destruyó nuestra muerte, y al resucitar restauró nuestra vida”. Hemos escuchado estas palabras un millón de veces en la Aclamación. Y, sin embargo, son tan ciertas. Hoy celebramos que algo ha sido destruido. Celebramos que algo se está restaurando. ¿No tenemos todos algo en nuestras vidas que necesita ser destruido? ¿O si no se destruye, tal vez se re-pensa, se re-imagina, se re-formula y se re-configura? ¿Y no esperamos todos ser llamados a algo nuevo? ¿Llamados a un nuevo sentido de nosotros mismos, llamados a lo mejor de nosotros mismos?
Mi oración por nosotros en Pascua es que una parte de nosotros pueda desvanecerse para que algo nuevo pueda pasar a primer plano, que algo en nosotros pueda morir para que algo en nosotros pueda volver a la vida. Un sacerdote que conozco dijo una vez: "Dios nos dio la vida porque pensó que la disfrutaríamos". Que disfrutemos de nuestras vidas, y que disfrutemos de la vida nueva que Dios quiere restaurar en nosotros.